“Cuenta la historia que el rey Salomón podía hablar con las bestias, las aves, los peces y los gusanos. También puedo hacerlo yo, y no necesito para ello ningún anillo encantado. Por lo que a mí respecta, no considero muy noble emplear anillos mágicos en el trato con los animales. Sin tales encantamientos los seres vivos cuentan, al que sabe escucharlos, las historias más maravillosas, que son precisamente las verídicas”
lunes, 28 de mayo de 2012
La Estrella del Mar
Cierto día, un sabio que caminaba por la playa reparó en un chico que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.
Tan pronto como se aproximó se dio cuenta de que lo que el chico cogía eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar.
Intrigado, le preguntó sobre lo que estaba haciendo, a lo cual le respondió:
- Estoy lanzando estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla, si no las arrojo de nuevo al mar morirán aquí.
- Entiendo -le dijo- pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a todas, son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa... ¿No estás haciendo algo que no tiene sentido?
El chico sonrió, se inclinó, tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar le respondió:
- ¡Para esta sí lo tuvo!
Loren Eiseley, El Lanzador de Estrellas, 1978
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