miércoles, 30 de mayo de 2012

Las zonas de cortejo del urogallo están relacionadas con el estado de conservación de los bosques y su biodiversidad


Un estudio en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) demuestra que el comportamiento de los urogallos puede ser considerado un indicador del estado de conservación de un ecosistema y de su biodiversidad.
La investigación, publicada en la revista PloS ONE, analiza la relación entre el comportamiento de los urogallos cantábricos (Tetrao urogallus cantabricus) durante el cortejo sexual y su entorno, en los bosques de la cordillera Cantábrica.
Según el estudio, los cantaderos, que son las áreas de cortejo y apareamiento de estas aves forestales, se sitúan en las parcelas más antiguas y con mayor biodiversidad. Consecuentemente, las zonas de exhibición sexual ocupadas, que se mantienen generación tras generación, pueden indicar que los bosques no han sufrido alteraciones fuertes en las últimas décadas. Según Paola Laiolo, de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (mixta del CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias), la reproducción del urogallo cantábrico suele ocurrir en las zonas antiguas y menos alteradas, que también son las que albergan una mayor variedad de especies de aves forestales. Tras estudiar los datos recopilados, los investigadores vieron que existe una mayor biodiversidad de aves en los bosques maduros, con árboles de gran tamaño, con un estrato arbustivo complejo y con mucha madera muerta.
 
Por otro lado, esta investigación ha registrado el canto de cortejo de los machos de urogallo cantábrico y ha establecido unas medidas acústicas para definir la calidad de los ejemplares. Según este estudio, los machos con frecuencias de canto más graves, que podrían ser también los de mayor tamaño, ocupan zonas de apareamiento con mayor diversidad de aves. “Este resultado sugiere que los mejores machos ocupan las mejores arenas, que son también las que albergan mayor riqueza de aves”, concluye Laiolo.
Para acceder al artículo publicado en la revista PLoS ONE, pincha aquí.

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