miércoles, 30 de mayo de 2012

poesía

'No le detuvieron ni las fábulas de los dioses, ni los
rayos, ni el cielo con su amenazante bramido, sino
que excitaron más aún el ardor de su ánimo y su
deseo de ser el primero en forzar los apretados
cerrojos que guarnecen las puertas de la
Naturaleza'

(Lucrecio, I, 68-71.)

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