miércoles, 23 de mayo de 2012

martes, 22 de mayo de 2012


La verdad sexual masculina: la plenitud aparece a los 40

Entrar en la cuarentena es para muchos hombres sinónimo de pérdida del deseo sexual. En esta fase de la vida, en la que se entierran definitivamente las vigorosas actitudes sexuales de la juventud, “se genera una presión y una anticipación de problemas sexuales que no tienen por qué existir, lo que acaba provocando un daño gratuito en los hombres”, asegura el terapeuta sexual de la fundación Sexpol Roberto Sanz. Es más, los 40 es la edad ideal para experimentar una sexualidad “mucho más libre, creativa, y abierta a las fantasías”.

Relacionar determinadas disfunciones sexuales con esta fase de la vida es “un mito construido social y mediáticamente”, afirma Sanz. La disfunción eréctil, la reducción del deseo y el resto de aspectos vinculados con la decadencia sexual “son preocupaciones que no deberían tomarse tan en serio con estas edades porque un gatillazo puede ocurrir tanto a los 20 como a los 50 años, pero si ocurre en la cuarentena se sobrevalora su importancia y enseguida nos atemorizamos”. De hecho, es más perjudicial la “percepción propia de la decadencia sexual que la edad, de ahí que se origen disfunciones en gente joven, cuando fisiológicamente se está en pleno apogeo sexual”.

La mente juega un importante papel a la hora de vivir con plenitud la sexualidad y, por ello, es imprescindible superar los prejuicios construidos en torno a la masculinidad y la seducción de corte machista.

Para Raúl Padilla, sexólogo del gabinete de psicología Psicantropía, las circunstancias vitales determinan que al llegar a los 40 se experimente un renacer sexual o, por el contrario, un declive. “Esta fase puede ser una vuelta a la juventud si te das cuenta que se ha superado el tiempo de educar a los niños y te vuelves a centrar en el matrimonio. Además, se cuenta con una mayor experiencia y el conocimiento necesario para conseguir lo que realmente se quiere”.

La madurez vital y sexual

“A los 20 y a los 30 años la masculinidad te obliga a demostrar tu vigor, lo que se convierte en un temor a los cuarenta porque se piensa que no se va a estar a la altura para satisfacer a la pareja”, explica Sanz. Sin embargo, según anima el sexólogo, debe trabajarse justo la actitud contraria porque “con esta edad ya no se necesita demostrar nada al mundo y para conseguir una relación sentimental plena hay que empezar por valorarse sexualmente”.

La madurez no tiene porque ir en contra del disfrute en las relaciones íntimas. Por el contrario, debe influir positivamente “fomentando la estabilidad emocional y relativizando la preocupación por el qué dirán. Una de las claves es superar las ataduras de la sexualidad genital y experimentar nuevos horizontes, de este modo, añade el sexólogo, “se puede vivir una sexualidad mucho más plena y libre a los 40 que a los 20”.

La dimensión sexual se naturaliza a esta edad y con ello la reafirmación narcisista. Como añade Padilla, “se tiene mucho más claro lo que se quiere y se dejan de lado las tonterías para ir directamente al grano”. Esta capacidad es como un ‘reencuentro’ de la sexualidad propia que permite reafirmar el deseo y vivir la sexualidad con más profundidad que a edades tempranas.

Se puede decir entonces que a los 40 se producen una especie de ‘revelación’ sexual que se traduce en una mayor pretensión por probar nuevas experiencias sin el freno del sentimiento de culpabilidad.

¿Disminución del deseo e infidelidad?


Si bien muchos estudios relacionan la ‘crisis’ de los cuarenta con la reducción del apetito sexual por la supuesta disminución de testosterona (hormonas sexuales masculinas), hay que relativizar sus resultados porque “no tienen una base biológica y no son determinantes”, apunta Roberto Sanz. “La atracción física, que a estas edades puede ser menor, influye más en el deseo, pero a los 40 se han adquirido una serie de capacidades y libertades que todavía potencian más el apetito sexual”. Según Padilla, la pérdida paulatina de hormonas sí es una realidad testable que se refleja en una disminución del vigor y el deseo sexual, pero “se recompensa con creces por la veteranía”.

El aumento de las infidelidades en esta etapa vital también es un mito sin fundamento, pues se produce por “la personalidad de cada uno y no por la edad”, aunque sí es cierto que a los cuarenta muchos hombres necesitan demostrarse que todavía están en el ‘mercado’, lo que los puede llevar a engañar a su pareja para autoconvencerse de que su masculinidad no está en peligro.

Las dudas en la recta final de los 40

La sombra del envejecimiento tiene unos efectos psicológicos tales que hasta puede acabar con la libido. Las dudas sobre el fin de la sexualidad generan una serie de “preocupaciones que se deben combatir con fortaleza y serenidad” para no adelantar psicológicamente los procesos biológicos, explica Roberto Sanz. Este sentimiento también puede provocar una obsesión por “recuperar el tiempo perdido”, pero el reconocimiento de la propia experiencia debe funcionar como un punto de apoyo para aceptar el presente y el futuro próximo.

Naturalmente, el descenso de la libido y de la segregación de estrógenos comienza a convertirse en una realidad, en ocasiones, acompañada de episodios depresivos o de una irritación constante. Este es el momento de luchar contra los avatares del paso del tiempo y asumir las irregularidades de la pulsión sexual para potenciar el erotismo y salir así “victoriosos” de esta fase vital. El impulso de la experimentación y la reinvención vuelve a centrar el terreno de la sexualidad al rozar la barrera de los 50, asumiendo que “ya no se tienen 20 años, pero no por ello se debe tirar la toalla”.

La genética de los perros

La genética de los perros modernos difiere de la de sus ancestros 
 
 
Las razas antiguas son diferentes al resto debido a su mayor aislamiento geográfico
Las 14 razas de perro que hasta ahora eran consideradas como únicos restos de sus ancestros caninos debido a sus diferencias genéticas con las razas modernas poseen estas características a causa de su aislamiento geográfico. Estas conclusiones han sido alcanzadas por una investigación internacional en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que aparece publicada hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El trabajo ha analizado los genomas de 1.375 perros (Canis lupus familiaris) de 35 razas y de 19 lobos (Canis lupus), y ha comparado la información obtenida con la distribución espacial y temporal de los fósiles caninos más antiguos descubiertos en todo el mundo.
Los resultados indican que ninguna de las denominadas razas antiguas procede de los asentamientos donde se hallaron los primeros ejemplares de perro. La investigación sugiere que la diferencia genética entre las razas antiguas y las modernas se debe a su mayor aislamiento geográfico. La gran mayoría de las razas actuales tuvo su origen en Europa durante el siglo XIX, mientras que las antiguas pertenecían a otras regiones, como el Shar Pei chino, el Lebrel afgano y el Akita de Japón, lejos de donde se encuentran los restos de perros más antiguos.
El investigador de la Estación Biológica de Doñana Carles Vilà explica: “Estas razas no están genéticamente más cerca de los primeros perros domésticos que el resto, ya que existe una desconexión genética entre los verdaderos ancestros caninos y las razas actuales”. De hecho, la investigación ha encontrado las mismas mutaciones genéticas entre distintas razas alejadas geográficamente. Según el trabajo, “es muy improbable que dichas mutaciones hayan surgido en repetidas ocasiones de forma independiente, lo que sugiere que tienen un origen común”.
Los primeros indicios fósiles de perros domésticos tienen entre 15.000 y 12.000 años de antigüedad y se localizan en Europa, Iraq, China y la península de Kamchatka. No obstante, su llegada al sur de África no tuvo lugar hasta hace unos 1.400 años y a América del Sur, hace unos 1.000 años.
El trabajo asegura que cada vez que una raza que ha evolucionado de forma aislada, entra en contacto con otros perros, da lugar a una descendencia mezclada que diluye la firma genética. Vilà considera que, “de forma irónica, la ubiquidad de los perros combinada con su profunda historia ha oscurecido sus orígenes y dificulta la posibilidad de descubrir cómo se convirtieron en el mejor amigo del hombre”.
Para el investigador del CSIC, “todos los perros han experimentado una cantidad tan grande de cruces que ya no somos capaces de encontrar el camino de vuelta hacia sus orígenes y, probablemente, tanto su comportamiento como su aspecto actual resultaría extraño para los antepasados humanos que vivieron hace sólo unos pocos siglos”.
El trabajo ha sido liderado por investigadores de la Universidad de Durham (Reino Unido) y ha contado con la colaboración de centros de investigación de otros 12 países.
  • Greger Larson et al. Rethinking dog domesctication by integrating genetics, arqueology, and biogeography. Proceedings of the National Academy of Siences. DOI: 10.1073/pnas.1203005109
 

lunes, 21 de mayo de 2012

El Jaguar

El jaguar, yaguar o yaguareté (Panthera onca) es un carnívoro felino del género Panthera y la única de las cuatro especies actuales de este género que se encuentra en América. También es el mayor felino de América y el tercero del mundo, después del tigre y el león. Su distribución actual se extiende desde el norte de México y gran parte de Centroamérica hasta el Perú, Paraguay y el norte de Argentina.



Se encuentra emparentado y se asemeja mucho en apariencia física al leopardo , pero generalmente es de mayor tamaño, cuenta con una constitución más robusta y su comportamiento y hábitat son más acordes a los del tigre. Si bien prefiere las selvas densas y húmedas, puede acomodarse a una gran variedad de terrenos boscosos o abiertos. Está estrechamente asociado a la presencia de agua y destaca, junto con el tigre, por ser un felino al que le gusta nadar.


Es fundamentalmente solitario y un cazador que tiende emboscadas y oportunista a la hora de elegir las presas. También es un superdepredador y una especie clave que desempeña un importante papel en la estabilización de los ecosistemas en los que habita, regulando las poblaciones de las especies que depreda. El jaguar tiene una mordedura excepcionalmente potente, incluso en comparación con otros grandes felinos, lo que le permite perforar los caparazones de reptiles acorazados como las tortugas y utilizar un método poco habitual para matar: ataca directamente la cabeza de la presa entre las orejas para aplicar un mordisco fatal que atraviesa el cráneo con sus colmillos alcanzando al cerebro.

El jaguar está calificado en la Lista Roja de la UICN como «especie casi amenazada» y su número está en declive. Entre los factores que lo amenazan se incluyen la pérdida y la fragmentación de su hábitat. A pesar de que el comercio internacional de jaguares o sus partes está prohibido, este felino muere regularmente a mano de los humanos, especialmente en conflictos con rancheros y granjeros. Aunque reducida, su distribución geográfica continúa siendo amplia. A lo largo de la historia, esta distribución le ha otorgado un lugar prominente en la mitología de numerosas culturas indígenas americanas, como los mayas y los aztecas.

En sus zonas nativas recibe diferentes denominaciones en español como otorongo, jaguar, yaguareté, jaguarete, yaguar, tigre o tigre americano. Los mexicas lo llamaban en náhuatl ocelotl, aunque también utilizaban este nombre para el ocelote. En maya se le llama balam,[11] en mapuche se le dice nahuel,[12] y en quechua uturuncu, uturunku o unqa. En gran parte de Hispanoamérica desde la llegada de los españoles es común llamar a este animal «tigre» aunque su parecido con los auténticos tigres sea remoto; en Brasil y en zonas próximas a la frontera brasileña se le denomina onça-pintada y es un animal considerado símbolo de la fauna de este país.
Jaguar, yaguar y yaguareté provienen del guaraní yaguar, jaguar, y eté, verdadero, y probablemente llegó al español por conducto del portugués o del francés. El origen del nombre se ha supuesto como procedente de yaguá-eté, que significaría «parece perro»; en efecto, antes de 1492 los guaraníes utilizaban la palabra yaguá para referirse al yaguar, pero ante la presencia de los feroces perros de combate traídos por los europeos el término guaraní yaguá pasó a significar perro en tanto que fiera o animal feroz por antonomasia.


Su peso oscila normalmente entre 56 y 96 kilogramos, aunque hay registros de machos más grandes, de hasta 158 kg (aproximadamente como una tigresa o una leona y por el contrario los más pequeños pueden tener un peso tan bajo como 36 kg. Las hembras suelen ser un 10-20% más pequeñas que los machos. La longitud de este félido varía entre 162 y 183 cm y la cola puede añadir unos 75 cm más. Su altura hasta los hombros es de unos 67-76 cm. Su cabeza es voluminosa y con una mandíbula prominente; el color de sus ojos varía de un tono amarillo oro a un amarillo verdoso y sus orejas son relativamente pequeñas y redondeadas.

La estructura corta y robusta de sus miembros hace que sea muy hábil a la hora de escalar, arrastrarse y nadar. La cabeza es robusta y la mandíbula extremamente potente; se ha sugerido que el jaguar tiene el mordisco más potente de todos los félidos y el segundo más potente de todos los mamíferos; esta potencia es una adaptación que le permite incluso perforar caparazones de tortuga. Un estudio comparativo de la potencia de mordisco ajustado según la medida corporal lo situó como el primero de los félidos, junto con la pantera nebulosa, y por delante del león y el tigre.

El melanismo es el resultado de un alelo dominante y un fenómeno relativamente habitual en los jaguares.Un jaguar puede arrastrar 8 metros un toro de 360 kilogramos entre sus mandíbulas y pulverizar los huesos más duros, arrastrar a una tortuga de mar de 34 kg a lo largo de más de 90 m en la profundidad de un bosque. Puede cazar animales salvajes que pesan hasta 300 kg en el interior de una selva densa y su físico corto y robusto es una adaptación a sus presas y ambiente.

La base de su pelaje suele ser de un color entre amarillo pálido y castaño rojizo. La piel está cubierta de unas manchas en forma de rosa para camuflarse en su hábitat selvático. Las manchas pueden variar en la piel de un mismo animal y entre diferentes jaguares: las rosetas pueden incluir una o más manchas y la forma de las manchas varía. Las de la cabeza y el cuello son generalmente sólidas, igual que las de la cola, donde se pueden unir para formar una banda. La región ventral, el cuello y la superficie exterior de las patas y los flancos inferiores son blancos.
En la especie se produce en ocasiones un exceso de pigmentación conocido como melanismo. La condición melanística es menos común que la manchada (se da en aproximadamente un 6% de la población) y es el resultado de un alelo dominante. Los ejemplares con melanismo parecen totalmente negros, aunque se pueden apreciar las manchas si se los mira de cerca. Los jaguares con melanismo son conocidos informalmente como «panteras negras», pero no constituyen una especie distinta. Igual que en los demás grandes félidos, en raras ocasiones aparecen individuos albinos, denominados «panteras blancas».

Las hembras alcanzan la madurez sexual aproximadamente entre los 12 y 24 meses de edad y los machos entre los 24 y 36 meses. Se cree que en estado salvaje se aparean durante todo el año, aunque el número de nacimientos se incrementa durante la estación lluviosa, cuando las presas son más abundantes.


Investigaciones realizadas con machos en cautividad apoya la hipótesis de que se emparejan durante todo el año, sin variaciones estacionales en las características del semen y la calidad eyaculatoria; también se ha observado un éxito reproductivo reducido en cautividad. El celo de la hembra dura 6-17 días de un ciclo completo de 37 días; las hembras indican que son fértiles con marcas odoríferas urinarias y una mayor vocalización. Durante el cortejo ambos sexos cubren un territorio más amplio del habitual.

Las parejas se separan después del coito y las hembras se encargan del cuidado de los cachorros. El periodo de gestación dura entre 93 y 105 días; las hembras paren habitualmente 2 crías, aunque el número puede oscilar entre una y cuatro. La madre no tolera la presencia de machos después del nacimiento de las crías, por el riesgo de canibalismo infantil; este comportamiento también se observa en el tigre.

Las crías nacen ciegas e indefensas y dependen por completo de su madre; empiezan a ver después de dos semanas. Los cachorros son destetados a la edad de tres meses, pero permanecen en la madriguera donde han nacido hasta los cinco o seis meses, momento en el que empiezan a salir para acompañar a la madre cuando va de caza. Permanecen en compañía de la madre durante uno o dos años antes de abandonarla para establecer su propio territorio. Los machos jóvenes son inicialmente nómadas, enfrentándose con ejemplares más viejos hasta que consiguen hacerse con un territorio. Se estima que su longevidad típica en libertad es de unos 11-12 años; en cautividad puede vivir hasta 25 años, habiéndose registrado incluso una hembra que alcanzó los 32 años, lo que lo sitúa entre los félidos más longevos.

Como los demás miembros del género Panthera, y a diferencia del resto de félidos, el jaguar es capaz de rugir, gracias a su alargada y especialmente adaptada laringe y su unión al hueso hioides. El macho ruge más fuerte, y lo hace habitualmente para advertir o disuadir a posibles competidores por el territorio y las hembras; en estado salvaje se han observado intensas competencias de rugidos entre individuos.

Su rugido a menudo se asemeja a una tos repetitiva y también pueden vocalizar maullidos y gruñidos. Se producen combates entre machos por las hembras, pero son raros, y en estado salvaje se ha observado una tendencia a evitar los enfrentamientos; cuando éstos ocurren suelen ser conflictos territoriales: el territorio de un macho puede abarcar el de dos o tres hembras, y no tolerará intrusiones de otros machos adultos.

A menudo se le describe como un animal nocturno, pero más específicamente es crepuscular (su mayor actividad se desarrolla al amanecer y a la puesta del sol). Ambos sexos cazan, pero los machos se desplazan más que las hembras, en consonancia con su territorio más amplio.

Tiene unos ojos relativamente grandes, situados para proporcionar visión binocular y una notable visión en la oscuridad, gracias a una membrana reflectante (tapetum lucidum) que concentra la luz en el campo focal de la retina; su olfato está muy bien desarrollado y puede detectar el olor de sus presas a grandes distancias.

Puede cazar de día si hay presas disponibles, y es un felino relativamente enérgico, puesto que pasa hasta un 50–60% de su tiempo activo. Su naturaleza evasiva y lo inaccesible de gran parte de su hábitat habitual hacen que sea un animal difícil de observar, y todavía más de estudiar.

Como todos los félidos el jaguar es un carnívoro obligado, por lo que se alimenta sólo de carne. Es un cazador solitario y oportunista y su dieta abarca más de 80 especies diferentes. Prefiere las presas grandes y caza ciervos, capibaras, tapires, pecaríes, perros, zorros y a veces incluso anacondas y caimanes.

Sin embargo también se alimenta prácticamente de todas las especies pequeñas que pueda capturar, como ranas, ratones, aves, peces, perezosos, monos y tortugas; un estudio llevado a cabo en la Reserva natural de Cockscomb de Belice reveló que los jaguares que vivían en la zona tenían una dieta compuesta principalmente por armadillos y pacas.

En algunas zonas, como Brasil y Venezuela, existen ranchos situados en áreas que son hábitat natural del jaguar, por lo que algunos individuos pueden especializarse en la captura de animales domésticos.

Aunque utiliza la técnica de asestar un mordisco profundo en el cuello para provocar la asfixia en sus presas, típica del género Panthera, prefiere un método de matar único entre los félidos (especialmente con el capibara): muerde directamente los huesos temporales del cráneo entre las orejas de las presas con sus colmillos, perforándolos hasta alcanzar el cerebro.

Esta técnica podría ser el resultado de una adaptación para abrir los caparazones de las tortugas: después de las extinciones del Pleistoceno superior, los reptiles acorazados como las tortugas se habrían convertido en la base de presas abundantes para el jaguar. Una vez que rompe el caparazón, simplemente mete la pata dentro y extrae la carne.

El mordisco en el cráneo lo utiliza con los mamíferos en particular; con reptiles como los caimanes, puede saltar sobre la espalda de la presa e inmovilizarla partiéndole las vértebras cervicales. Con presas como los perros, asestar un zarpazo para aplastarles el cráneo puede resultar suficiente.

El jaguar es un cazador más dado a preparar emboscadas que a la persecución. Se desplaza sigilosamente por caminos del bosque, escuchando y acechando la presa antes de lanzarse sobre ella o prepararle una emboscada.

Ataca desde su escondrijo con un salto rápido, habitualmente desde un punto ciego del objetivo; la capacidad de emboscada de esta especie está considerada casi sin parangón en el mundo animal tanto por los indígenas como por los investigadores de campo, y son probablemente producto de su papel como superpredador en distintos entornos. La emboscada puede incluir saltar dentro del agua para perseguir la presa, pues es capaz de llevar una de buen tamaño nadando; su fuerza es tal que puede cargar con cadáveres tan grandes como el de un novillo hasta lo alto de un árbol que sobresalga del nivel del agua.

Después de matar la presa, arrastra el cadáver entre la espesura o a un lugar escondido. Primero come el cuello y el pecho, en lugar de la parte central, sigue con el corazón y los pulmones y después las espalderas.

Se estima la necesidad alimenticia de un ejemplar de 34 kg (en el extremo inferior del rango de pesos de la especie) en 1,4 kilogramos de comida al día. Para animales en cautividad de entre 50 y 60 kg, se recomiendan más de dos kilogramos de carne diarios. En la naturaleza, el consumo es naturalmente más errático; los félidos salvajes gastan una energía considerable para capturar y matar las presas y pueden consumir hasta 25 kg de carne de una vez, y después pasar periodos de inanición. A diferencia de las demás especies del género Panthera, no existe ningún registro de ataque sistemático a humanos y apenas hay casos documentados de jaguares atacando a humanos. La mayoría de los pocos casos de ataques a personas muestran que el individuo en cuestión es o bien viejo, con los dientes dañados, o está herido. En ocasiones, si se asustan, los ejemplares en cautividad pueden arremeter contra los empleados del zoo.

El jaguar adulto es un superpredador, por lo tanto se encuentra en lo más alto de la cadena trófica y no tiene predadores en estado salvaje. También está considerado como especie clave, teniendo en cuenta que estos félidos mantienen la integridad estructural de los sistemas forestales mediante el control de los niveles de población de sus presas, como mamíferos herbívoros y granívoros.

Sin embargo resulta difícil determinar con precisión el efecto que tienen especies como el jaguar sobre los ecosistemas, pues es necesario comparar los datos de regiones donde la especie está ausente y sus hábitats actuales, a la vez que se controlan los efectos de la actividad humana. Se acepta que la población de las especies de sus presas de tamaño medio aumenta cuando no hay superpredadores, y se supone que esto tiene efectos negativos en cascada sobre su entorno.

Sin embargo, algunos estudios de campo realizados en lugares donde los grandes felinos están ausentes han mostrado que las variaciones podrían ser naturales y que los incrementos de población de sus presas podrían no ser significativos, por lo que la hipótesis del jaguar como especie clave no está apoyada por toda la comunidad científica.

También tiene efecto sobre otros predadores. El jaguar y el puma, el segundo mayor félido de América, a menudo son simpátricos (especies relacionadas que comparten territorios que se superponen) y a menudo se los ha estudiado conjuntamente. Allí donde es simpátrico con el jaguar, el puma es más pequeño de lo normal y más pequeño que los jaguares locales.

También tiene efecto sobre otros predadores. El jaguar y el puma, el segundo mayor félido de América, a menudo son simpátricos (especies relacionadas que comparten territorios que se superponen) y a menudo se los ha estudiado conjuntamente. Allí donde es simpátrico con el jaguar, el puma es más pequeño de lo normal y más pequeño que los jaguares locales.

El jaguar tiende a capturar las presas más grandes, y el puma piezas más pequeñas, lo que redunda en un menor tamaño de éste último. Sin embargo, esta situación puede resultar ventajosa para el puma, pues su abanico de presas más amplio y su capacidad de capturar presas más pequeñas, podría darle ventaja en entornos alterados por los humanos; El puma tiene actualmente una distribución significativamente más amplia.




http://elojodelbuitre.blogspot.com.es/2010/06/jaguar.html
(El texto es de Wikipedia)

Jose Luis Sampedro


domingo, 20 de mayo de 2012

Reformas a la Griega (el jueves)

Reformas a la griega: por detrás, pero sólo la puntita

El Jueves os explica los motivos por los que Grecia será expulsada de la Unión Europea

Actualidad Joan Lerroux |  Zoom: Aumentar | Disminuir
Arte griego gay
Con lo bien que lo pasaban los antiguos griegos con la sodomía, y lo poco que les gustan que les den por culo ahora. Eso deben pensar los jefazos europeos al plantear, muy educadamente, que a lo mejor Grecia debería irse un poco a la puta mierda. O sea, dejar la Unión y acabar con todo este dracma (enhorabuena: ha sido usted el humorista nº1.000.000 en hacer esta broma. Haga click en el enlace para obtener su premio: una personalidad nueva).
¿Pero de dónde sale este interés repentino en largar al hermano griego de esta, nuestra unión? Pues la verdad la tenemos, como siempre, aquí, en El Jueves. Prestad atención.
Porque los griegos sacan su dinero de los bancos: los griegos no se fían un pelo de sus entidades bancarias, y se han lanzado en masa a recuperar sus ahorros de los cajeros. ¡Pero qué hacéis, locos! ¡Anormales! ¡Asilvestrados! ¡Que eso es muy peligroso! En la Unión Europea los que sacan la pasta del banco y se largan de rositas son los mandamases y sus amigos. ¿Qué pretenden, los griegos? ¿Romper esta bella tradición que nos une a todos como buenos hermanos europeos y montar una crisis de identidad? ¿Sí? ¿SÍ? Pues a la puta calle.
Porque los griegos combaten el fuego con el fuego: ¿Qué queremos decir con esto? Muy fácil. Imaginad el siguiente diálogo entre dos banqueros españoles:
- Fainé, ¿estás viendo lo mismo que yo?
- ¡Collons, Botín, esclar que lo estoy viendo! Todos esos arreplegats llevan 5 horas concentrados delante de nuestra sede haciendo una cacerolada.
- ¿¡Cómo han averiguado que el punto débil de los banqueros es el sonido de una cuchara golpeando contra una cazuela?! ¡Es insoportable! ¡¡¡AAAAAAGGGGHHH! VAMOS A MORIR!!!!!
- Fills de putaaaaaaa!!!!..
- ¡Adam Smith! ¡¡¡Acógeme en tu seno!!!
¿Lo estáis visualizando? ¿Sí? Pues en Grecia pasa lo mismo, pero cambiando las cucharas por mecheros y las cazuelas por cócteles molotov. Los griegos no se están por hostias. Se te plantan en medio de la plaza Syntagma y no se esperan a que les eche la poli, no. Te meten un ESTO-ES-ESPARTA a grito pelao y miran al enemigo a la cara. Muy civilizado, eh. Muy europeo. Sí, sí. Pero WE. DON’T. LIKE. IT. Fuera de mi unión, perros áticos.
Porque los nazis griegos son nazis sin tapujos: “aisss... yo es que me defino... no sé... de centro... un pelín neocon, eso sí... y también liberal... bueno, liberal en economía, pero vamos, que sí, LIBERAL, pero VOYAHACEROSLAPUTAVIDAIMPOSIBLEALOSEXTRANJEROSMARICASYOBREROS”.
Esta soflama sería lo que respondería un criptofascista cualquiera de un partido de centro europeo si le preguntas por su tendencia política. Pero en Grecia... ¡Ay, en Grecia! Mirad a Amanecer Dorado. Por favor, que suenen las trompetas: ¡Qué impudicia nacional-socialista! ¡Qué jolgorio hitleriano! Ladran como perros contra los inmigrantes. Recorren los barrios gays repartiendo panfletos donde pone VOSOTROS SOIS LOS SIGUIENTES. Y su líder se pasea custodiado por un par de armarios de 2 x 2 metros con bigotazos a lo Bismarck.
Lo único que les falla es esa esvástica de estética minimal cool post-Bauhaus, que parece diseñada por la locaza mayor de Ikea después de ver una maratón de Anatomía de Grey. Pero no, chicos, que no. Que no cuela. Que esto en la Unión Europea no funciona así. Que aquí somos nazis, sí, pero también señores. Unos señores nazis. Así que bajadme esas manos y tapad un poco esa esvástica, que no es el rollo que nos mola.
Los griegos tienen un perro antisistema: se llama Lukanikos y no tiene ni amo ni señor. Lo podéis ver en multitud de vídeos, dando pal pelo a los antidisturbios. Joder, Lukanikos, tú sí que molas. He aquí a un líder revolucionario con carisma, al que seguirías hasta el fin del mundo (o hasta el fin del Estado del Bienestar) con fuego en los ojos. Nada que ver con esos dirigentes sindicales trasnochados y zarrapastrosos.
Griegos, eso sí que no. El gran triunfo de la derecha radica en que la izquierda del siglo XXI haya sido incapaz de generar líderes carismáticos. Ahí os habéis pasado. Fuera de la Unión Europea a la de YA. A otro perro con ese hueso, hostiaputa.