Entrar en la cuarentena es para muchos hombres
sinónimo de pérdida del deseo sexual. En esta fase de la vida, en la que
se entierran definitivamente las vigorosas actitudes sexuales de la
juventud, “se genera una presión y una anticipación de problemas
sexuales que no tienen por qué existir, lo que acaba provocando un daño
gratuito en los hombres”, asegura el terapeuta sexual de la fundación
Sexpol Roberto Sanz. Es más, los 40 es la edad ideal para experimentar
una sexualidad “mucho más libre, creativa, y abierta a las fantasías”.
Relacionar determinadas disfunciones sexuales con esta fase de la vida
es “un mito construido social y mediáticamente”, afirma Sanz. La
disfunción eréctil, la reducción del deseo y el resto de aspectos
vinculados con la decadencia sexual “son preocupaciones que no deberían
tomarse tan en serio con estas edades porque un gatillazo puede ocurrir
tanto a los 20 como a los 50 años, pero si ocurre en la cuarentena se
sobrevalora su importancia y enseguida nos atemorizamos”. De hecho, es
más perjudicial la “percepción propia de la decadencia sexual que la
edad, de ahí que se origen disfunciones en gente joven, cuando
fisiológicamente se está en pleno apogeo sexual”.
La mente
juega un importante papel a la hora de vivir con plenitud la sexualidad
y, por ello, es imprescindible superar los prejuicios construidos en
torno a la masculinidad y la seducción de corte machista.
Para
Raúl Padilla, sexólogo del gabinete de psicología Psicantropía, las
circunstancias vitales determinan que al llegar a los 40 se experimente
un renacer sexual o, por el contrario, un declive. “Esta fase puede ser
una vuelta a la juventud si te das cuenta que se ha superado el tiempo
de educar a los niños y te vuelves a centrar en el matrimonio. Además,
se cuenta con una mayor experiencia y el conocimiento necesario para
conseguir lo que realmente se quiere”.
La madurez vital y sexual
“A los 20 y a los 30 años la masculinidad te obliga a demostrar tu
vigor, lo que se convierte en un temor a los cuarenta porque se piensa
que no se va a estar a la altura para satisfacer a la pareja”, explica
Sanz. Sin embargo, según anima el sexólogo, debe trabajarse justo la
actitud contraria porque “con esta edad ya no se necesita demostrar nada
al mundo y para conseguir una relación sentimental plena hay que
empezar por valorarse sexualmente”.
La madurez no tiene porque
ir en contra del disfrute en las relaciones íntimas. Por el contrario,
debe influir positivamente “fomentando la estabilidad emocional y
relativizando la preocupación por el qué dirán. Una de las claves es
superar las ataduras de la sexualidad genital y experimentar nuevos
horizontes, de este modo, añade el sexólogo, “se puede vivir una
sexualidad mucho más plena y libre a los 40 que a los 20”.
La
dimensión sexual se naturaliza a esta edad y con ello la reafirmación
narcisista. Como añade Padilla, “se tiene mucho más claro lo que se
quiere y se dejan de lado las tonterías para ir directamente al grano”.
Esta capacidad es como un ‘reencuentro’ de la sexualidad propia que
permite reafirmar el deseo y vivir la sexualidad con más profundidad que
a edades tempranas.
Se puede decir entonces que a los 40 se
producen una especie de ‘revelación’ sexual que se traduce en una mayor
pretensión por probar nuevas experiencias sin el freno del sentimiento
de culpabilidad.
¿Disminución del deseo e infidelidad?
Si bien muchos estudios relacionan la ‘crisis’ de los cuarenta con la
reducción del apetito sexual por la supuesta disminución de testosterona
(hormonas sexuales masculinas), hay que relativizar sus resultados
porque “no tienen una base biológica y no son determinantes”, apunta
Roberto Sanz. “La atracción física, que a estas edades puede ser menor,
influye más en el deseo, pero a los 40 se han adquirido una serie de
capacidades y libertades que todavía potencian más el apetito sexual”.
Según Padilla, la pérdida paulatina de hormonas sí es una realidad
testable que se refleja en una disminución del vigor y el deseo sexual,
pero “se recompensa con creces por la veteranía”.
El aumento
de las infidelidades en esta etapa vital también es un mito sin
fundamento, pues se produce por “la personalidad de cada uno y no por la
edad”, aunque sí es cierto que a los cuarenta muchos hombres necesitan
demostrarse que todavía están en el ‘mercado’, lo que los puede llevar a
engañar a su pareja para autoconvencerse de que su masculinidad no está
en peligro.
Las dudas en la recta final de los 40
La
sombra del envejecimiento tiene unos efectos psicológicos tales que
hasta puede acabar con la libido. Las dudas sobre el fin de la
sexualidad generan una serie de “preocupaciones que se deben combatir
con fortaleza y serenidad” para no adelantar psicológicamente los
procesos biológicos, explica Roberto Sanz. Este sentimiento también
puede provocar una obsesión por “recuperar el tiempo perdido”, pero el
reconocimiento de la propia experiencia debe funcionar como un punto de
apoyo para aceptar el presente y el futuro próximo.
Naturalmente, el descenso de la libido y de la segregación de estrógenos
comienza a convertirse en una realidad, en ocasiones, acompañada de
episodios depresivos o de una irritación constante. Este es el momento
de luchar contra los avatares del paso del tiempo y asumir las
irregularidades de la pulsión sexual para potenciar el erotismo y salir
así “victoriosos” de esta fase vital. El impulso de la experimentación y
la reinvención vuelve a centrar el terreno de la sexualidad al rozar la
barrera de los 50, asumiendo que “ya no se tienen 20 años, pero no por
ello se debe tirar la toalla”.
“Cuenta la historia que el rey Salomón podía hablar con las bestias, las aves, los peces y los gusanos. También puedo hacerlo yo, y no necesito para ello ningún anillo encantado. Por lo que a mí respecta, no considero muy noble emplear anillos mágicos en el trato con los animales. Sin tales encantamientos los seres vivos cuentan, al que sabe escucharlos, las historias más maravillosas, que son precisamente las verídicas”
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